Cantaban simples pastores
Voces poéticas y musicales en los romances bucólicos del Siglo de Oro
– La Sonorosa –
Sebastián León · Canto, declamación y concepto
Edwin García · Guitarra barroca, tiorba y dirección musical
Cristina Altemir · Violín barroco
Jaime Puente · Bailarín
ENTRE LAS ÚLTIMAS décadas de los años 1500 y las primeras del 1600 se desarrolla un nuevo género dentro del ámbito de la poesía castellana que se conoce como Romance nuevo, en ocasiones denominado también Romance artístico o lírico. Estos poemas tuvieron una gran difusión gracias a su transmisión manuscrita e impresa, pero también oral, a través de la recitación y el canto. Las colecciones que circulaban con estos textos poéticos —comúnmente llamadas primaveras, flores o ramilletes de romances— eran el resultado de la selección de aquellos que tenían mejor acogida, ocasionando un verdadero florecimiento en el jardín poético de la época, propiciando la renovación en el género del romance.
La temática pastoril, ya introducida y desarrollada tanto en la narrativa como en la lírica del Renacimiento, sería una de las más recurridas en la nueva generación del romancero. Con las voces de los pastores, sus instrumentos y entorno idílico se relacionaba la expresión cantada que armonizaba con los efectos sonoros de la naturaleza, sirviendo de marco para sus amores sublimados y las contradicciones de su exteriorización. En las pequeñas escenas bucólicas de los romances el poeta convierte al pastor o zagala en autores-transmisores-creadores de su propio lamento declamado o cantado. De esta manera se marcan las diferentes etapas de la voz poética: la narrativa y la propiamente “cantada”, creando soliloquios y diálogos en miniatura, casi teatrales.
El pastor y su imaginario, servían como paradigma temático y estilístico de la poesía esencialmente cantada que rememoraba la vida sencilla y afable:
Esta poesía ha de tener una sencillez alegre, [...] el metro vaya con cualque brinco, y no muy agudo en el sentido, sino llano e inteligible, sesudo y no muy filosofal. Trate con las hierbas y flores del campo, con los árboles del monte, con las frutas más silvestres, con la leche, queso, mantecas, con su ganado, con los instrumentos de música pastoriles.
(Eugenio de Salazar, Suma del arte de poesía, ca. 1567-1591)
A pesar de que las colecciones poéticas impresas y manuscritas del siglo XVII no contenían música, los romances que se incluían en éstas se imprimían y anotaban para recordar las tonadas que la gente sabía cantar, tocar —y también bailar— de memoria. Muchos de estos poemas se cantaban sobre bailes y secuencias musicales que no era necesario anotar, pues la gente las conocía de sobra, o, de lo contrario, las podían inventar fácilmente. La mayoría de estos textos nos han llegado sin música alguna; sin embargo, al ser compuestos sobre estructuras métricas comunes para la época, y al conservarse algunos ejemplos con música en cancioneros manuscritos o informaciones sobre su transmisión musical, podemos devolverles a estos poemas su naturaleza cantada. Con este objetivo se recrean los romances sobre secuencias armónicas propias de bailes y tonadas de la época y se recurre a una técnica muy utilizada en aquel momento: el contrafactum, que consiste en “reutilizar” o adaptar a cada texto melodías preexistentes.
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Esta producción de la compañía musical y teatral La Sonorosa, dirigida por Edwin García, pretende recrear la naturaleza oral, cantada, gestual e incluso bailada del ambiente sonoro pautado por los romances pastoriles, a través de prácticas musicales relacionadas con su divulgación y ejecución en los albores del siglo XVII. Por medio de la amalgama entre la música, la declamación, la alternancia del baile y el juego escénico, se evoca la esencia idílica contenida en estos textos y músicas, para alcanzar también en nuestros días su finalidad de conmoción y persuasión.
Sebastián León